ANGELSALCEDO.COM.VE - Siempre llega un momento en nuestras vidas en que empezamos a practicarlo. Nos referimos al arte de llenarnos de cosas saludables: personas, situaciones, cosas… Unos lo llamarán egoísmo, yo, sin embargo, lo llamo dignidad personal. Porque si no tenemos amor propio, ¿a qué tipo de amor podemos aspirar?
A día de hoy, uno de los aspectos que mayor interés suscita en el ámbito de la psicología es sin duda el tema del amor propio o la autoestima. Cada día “florecen” más enfoques, más técnicas y renombrados gurús que pretenden darnos la fórmula perfecta. Sin embargo, hay un aspecto que debe quedarnos claro: el amor propio no se encuentra fuera de nosotros, se construye, se hilvana con delicadeza y se riega cada día como la semilla más poderosa de nuestro ser.
Muchos expertos en el mundo emocional nos explican que la clave del problema del amor propio está en nuestra educación. No nos enseñan a querernos a nosotros mismos, a poner límites, a confiar en nuestras capacidades. Todo ello, hace que poco a poco vayamos creando un sucedáneo de autoestima basado en exclusiva en nuestras interacciones con los demás.
La imagen de nosotros mismos se enhebra en lo que otros piensen y digan. Nos convertimos casi sin saber cómo, en frágiles luciérnagas buscando un foco de luz y soñando con ser “especiales”. Cuando en realidad, lo único que necesitamos es aprender a ser nosotros mismos, aceptarnos con nuestras grandezas, defectos e identidades. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Si hacemos una pequeña revisión a gran parte de los libros de autoayuda o crecimiento personal, nos daremos cuenta de que muchos de ellos asocian el amor propio al éxito. Con una autoestima alta, se supone que uno puede alcanzar el éxito profesional. Con un amor propio definido y sin fisuras, nuestras relaciones afectivas son más satisfactorias.
Sin embargo, este tipo de relaciones no siempre se cumplen. El amor propio no es una garantía de éxito, es un valor personal que nos confiere autorrespeto y la reafirmación de nuestro ser. Gracias a él disponemos de unas mejores capacidades para relacionarnos, para sobrevivir y formar parte de nuestras dinámicas cotidianas. Sin embargo, una alta autoestima no nos garantiza al 100% triunfar en cada ámbito de nuestra vida.
La autocompasión supone en primer lugar, atender nuestros errores y nuestras limitaciones con respeto, con compasión. Nos abrazamos a nosotros mismos como personas que merecen una nueva oportunidad para seguir avanzando a pesar de haber fracasado en alguna ocasión.
Puede que te llamen egoísta cuando te priorizas. Es muy posible, también, que te acusen de cobardía cuando te das cuenta que ese proyecto ya no merece tus energías. Porque cuando las amarguras queman, cuando las penas duelen y cuando las ilusiones tienen la forma de sueños rotos, es necesario hacer acopio de amor propio y simplemente avanzar con entereza, haciendo oídos sordos a las palabras dañinas.
Lo creamos o no, el amor propio es un concepto que muchos confunden. El amor propio no es orgullo, en especial, porque el que se respeta a sí mismo no busca sentirse superior a nadie. El orgulloso es aquel que no se ha sanado por dentro, que actúa a la defensiva, haciendo daño, vulnerando. Estas dos dimensiones son opuestas de una misma moneda.
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