Una taza rota

ANGELSALCEDO.COM.VE - En este artículo te voy a decir que, aunque nunca te lo hayas planteado, eres como una taza; como una taza rota, para ser exactos. Igual que yo fui una vez. Y con un poco de suerte, cuando termines de leer este texto, serás un poco más consciente del inmenso valor de tu vida y tendrás más determinación para disfrutar cada segundo en la Tierra. 

¿Quieres probar suerte? Solo tienes que leer hasta el final… O, si lo prefieres, puedes escucharlo: 

Jack Kornfield, uno de los grandes maestros budistas de nuestros tiempos, cuenta que su maestro Ajahn Chah tenía entre sus posesiones una valiosa taza de porcelana china. Era una antigüedad de gran belleza y, aunque estaba en perfecto estado, Ajahn solía decirle a sus discípulos que estaba rota. 

Ajahn Chah sabía que, en realidad, la taza no estaba rota, pero era consciente de que algún día le podría dar un golpe con la mano accidentalmente; podría caerse al suelo y romperse; o alguien podría tropezar con la mesa y la taza acabaría en el suelo hecha mil pedazos. O puede que… 

«Para mí esta taza ya está rota. Y gracias a que conozco su destino, puedo disfrutar de ella plenamente aquí y ahora. Y cuando ya no esté, pues no estará» decía el maestro. 

Al tomar conciencia de la naturaleza de la taza, aceptamos su fragilidad y sabemos que, antes o después, terminará por romperse. Tomar conciencia de su impermanencia no nos impide disfrutar de su belleza ni utilizarla para beber nuestro té. De hecho, como dice el maestro, nos puede ayudar a enfocarnos en el aquí y el ahora y a disfrutar de ella. 

Es fácil aceptar la impermanencia de una taza o de las flores que adornan nuestro salón. 

Sin embargo, es mucho más difícil aceptar la impermanencia de nuestra salud, que hoy es buena y mañana tal vez no lo sea. 

Y es aún más difícil aceptar que la persona a quien más amas podría morir mañana. O que tú podrías morir mañana. No obstante, la muerte nos alcanzará a todos. De la muerte no se escapa nadie. 

Ese rostro tierno y radiante que tenías en la infancia ya se fue y si aún no han llegado, tarde o temprano, las arrugas marcarán en tu cara el paso del tiempo o, mejor dicho, el paso de tu tiempo. 

La vida discurre implacable. Hasta que cae el último grano del reloj de arena que mide el tiempo de nuestras vidas. 

La taza no está rota. Pero ya está rota. En su naturaleza está desintegrarse y convertirse en algo distinto, ten por seguro que no permanecerá inmutable por los tiempos de los tiempos. 

La taza, tú y yo compartimos destino. «Todos juntos más allá del más allá, hasta la consumación última» reza el Sutra de la Gran Sabiduría. 

La pregunta es: ¿cómo viviremos nuestras vidas sabiendo que somos poco más que tazas rotas?

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